jueves, 5 de noviembre de 2015

¿Lo sientes?

“El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a donde va…” Juan 3:8

Con gran esfuerzo hizo saber a su madre cuál era la zona de donde provenía el dolor.
-          Pues, no veo nada hijo.
-          ¿Cómo no mamá?
-          Mira, si tu me muestras el dolor y logro echarle un vistazo, veré que puedo hacer, pero si no me lo muestras no podré hacer nada por ti – y se dispuso a salir de la habitación.
-          ¡Mamá! – dijo casi gritando y con lágrimas que decían cuanto dolor estaba sintiendo – el dolor no se puede ver, pero lo puedo sentir.
Entonces su madre se dio la vuelta y dijo – así es Dios hijo mío, no lo puedo ver a simple vista, pero lo siento en mi corazón. ¿Me entiendes ahora que no te lo puedo mostrar físicamente?
-          Si mamá, a Dios hay que sentirlo con el corazón.
Te pregunto a ti, ¿sientes a Dios en tu corazón? La vida y sus vicisitudes te pueden hacer cambiar de parecer si tu fe no es alimentada todos los días. Dios reprendió al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías, diciendo: “Dos males ha hecho mi pueblo: Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.”[1] El joven del relato cavó una cisterna universitaria rota, dejó que las corrientes del pensamiento secular, inundaran su corazón hasta ahogarlo, para que no pudiera ver con los ojos de la fe, tampoco  sentirlo con el corazón.
Me despido en esta oportunidad recordándote las palabras registradas en el libro del profeta Isaías: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadlo en tanto que está cerca. Deje el impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá de él misericordia, y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos —dice el Eterno—. Como es más alto el cielo que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.[2]
Que “El Eterno te bendiga y te guarde. El Eterno haga resplandecer su rostro sobre ti, y te conceda su bondad.[3]

Usted ha leído la tercera parte de esta historia, en los siguientes enlaces podrá leer la historia completa:

Primera Parte: leer “No se ve”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/no-se-ve.html
Segunda Parte: leer “Muéstremelo”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/muestremelo.html

Por Galdino Enríquez Antonio




[1] Jeremías 2:13
[2] Isaías 55:6-9
[3] Números 6:24-25

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