viernes, 16 de octubre de 2015

Dios al control

“Así, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos.”
1 Timoteo 6:8

            Es viernes de noche y no puedo dormir. Las mejores noches para descansar, siempre son los viernes para mí. Pero esta noche las preocupaciones me impiden cerrar los ojos y disfrutar de un dulce sueño. Me acuesto de lado, boca arriba, me cambio de lugar y no consigo dormitar. Y en medio de la noche oscura, sin luna ni viento que mueva los árboles, comienzo a platicar. Si, a platicar con mi Dios y descargar mis penas con él.
            Le pedí su cuidado para mis padres en la lejanía, por mi hijo que se encontraba de campamento; oré para que acallara mis temores, ocultara de mi presencia las desilusiones. Claro, no podían faltar los temas que tienen que ver con lo económico. Me sentía incapaz de salir adelante con los diferentes compromisos y obligaciones financieras de la familia.
            No recuerdo en qué momento el sueño llegó y quedé profundamente dormido. Más tarde, se me presentó Dios mismo en sueños. Me llamó y me pidió que lo acompañara.
Me llevó con él hasta el hogar de un hombre sentado frente al comedor. Éste se tomaba la cabeza con las manos, de veía sumido en la más amarga de las tristezas, con los ojos llenos de lágrima respirando lenta, pausada y profundamente.
-       Este hombre tiene a su esposa enferma de cáncer, está en fase terminal – me dijo Dios. Quedé atónito ante la noticia.
Sin darme cuenta, el Señor me trasladó a otra casa habitación. En ella me mostró al padre de familia dando vueltas en la sala de su casa. Tenía una mano en el bolsillo y con la otra mano se daba masajes en el cuello. Se veía despeinado mientras cerraba los ojos cada vez que respiraba profundamente.
-       Este hombre no tiene trabajo – me comentó el Señor.
Luego me llevó a un nuevo hogar. Esta vez la escena que contemplé era a las afueras de la vivienda. El padre estaba llegando a casa, pero no quería entrar. Un par de ocasiones lo vi tomar la llave para abrir la puerta pero no lo hizo, solo clavaba la mirada al suelo y dejaba caer los hombros.
-       Los hijos de este hombre tienen hambre y no les trajo de comer.
Estando de pie frente a la casa de este último hombre el Señor me dijo algo y no tuve las fuerzas de mirarlo a los ojos mientras me decía:
-       Tu esposa no está enferma, tienes trabajo y la comida no falta en tu mesa.
Cuando desperté a la mañana siguiente, lo hice con la certeza de que Dios tiene el control en mi vida y que nunca estaré sólo en medio de las dificultades.
¡Tampoco a ti te dejará desamparado! Bendiciones…
Por Galdino Enríquez Antonio


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