domingo, 13 de septiembre de 2015

En busca de lo que se ha perdido

"¡Este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y nos salvará… nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación". Isaías 25:9

             A los pocos meses de haber llegado a Tapachula, Chiapas, para trabajar en el Colegio ASD de la ciudad, los remanentes del huracán Stan, hicieron estragos en la costa chiapaneca y la institución donde laboraba fue habilitada como albergue.
            Al final de esa semana caótica, en el mes de octubre del 2005, llegó al colegio una mujer con los ojos llorosos. Con sus sandalias enlodadas, su ropa sucia y su cabello desalineado, abordó a mi esposa y le preguntó por un bebé de meses de nacido. Cuando la mujer escuchó la respuesta de mi esposa, soltó en llanto y comenzó a platicar su calvario.
            Cuando el río se desbordó, esta mujer, sin perder más tiempo, se encontró corriendo junto a otras personas por las calles de la colonia donde vivía. El pánico los hizo tomar un camino que terminaba, sin saber ellos, justo frente a un muro. Por la premura tiempo, comenzaron a ayudarse para saltar aquella pared y seguir huyendo. Una persona que se encontraba sobre la pared, tomó al bebé y lo entregó a alguien más del otro lado del muro. Quien recibió al bebé, presa del temor, salió corriendo sin esperar a la madre.
            Para cuando la madre logró estar del otro lado, la persona que recibió a su bebé ya se había perdido de vista. Nadie le supo decir quien había tomado a su bebé ni el rumbo que había seguido. En ese momento comenzó la búsqueda desesperada por su bebé. Recorrió la ciudad con la esperanza de que alguien le diera noticias de su bebé.
            Esto me recuerda el recorrido que Dios ha hecho a lo largo de la historia. Buscó a Adán en el huerto del Edén; a Noé en medio de una sociedad malvada; encontró a Moisés en el desierto cuidando un rebaño de ovejas; a Pedro y a otros discípulos ocupados en su trabajo; a José y a Daniel los encontró sirviendo primero como esclavos. Ese mismo Dios te busca hoy a ti: en tu lugar de trabajo, en la escuela donde estudias, en tu hogar, en cualquier lugar donde puedas estar.
            Varios días después, en la televisora local, apareció una mujer sosteniendo a un bebé en brazos. Era la misma mujer que nos visitó en el improvisado albergue. En el rostro de mi esposa se dibujó una sonrisa y dio gracias a Dios.
            Muy pronto Jesús aparecerá en las nubes de los cielos para llevarse a los que se habían perdido por el pecado y que han sido rescatados por el sacrificio hecho por Cristo Jesús en la cruz del calvario. Espero que tu y yo, nos encontremos ese día con las manos levantadas hacia al cielo diciendo: "¡Este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y nos salvará… nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación".[1]

Por: Galdino Enríquez Antonio




[1] Isaías 25:9

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